Ayer, hablando con amigas, comentaba que uno de mis platos preferidos es el «ceviche» de pescado.
Mientras lo explicaba casi podía saborearlo…Me encanta!
No han pasado ni 24h y aquí está: un ceviche. Simplemente ha aparecido. La vida no deja de sorprender…
Estaba tumbada tomando el sol y oigo: «Quién quiere ceviche?» y yo, desde mi toalla digo: «Yo!!!».. jajajaja.
La voz era la de un hombre que sacaba un tupper gigante de ceviche de atún para toda su família. El momento me ha parecido tan asombroso que he ido a explicarles la historia. Mientras hablábamos y reíamos con la família, el hombre me ha servido un plato de un delicioso ceviche de atún.
La felicidad y plenitud que he sentido no es por el ceviche, es por redescubrir constantemente que hay algo inmensamente generoso en nuestras vidas, que siempre está y que solo lo percibimos cuando estamos en sintonía con «ello»…
Llena de agradecimiento he degustado un delicioso ceviche ecuatoriano sentada en la arena, en una playa catalana… Algo bastante inaudito…