Nunca hubiera imaginado cuánto miedo a ser nosotr@s mism@s escondemos…
Indagando en las profundidades de un@ se ve. No hay duda. A medida que vas creciendo te amoldas a tu família, sociedad, pareja, a tu jefe, a tu cultura…
Tiene cierta lógica, te amoldas para que haya entendimiento y evitar conflictos, pero… a cierta edad te das cuenta de que caminas «encorsetad@», temeros@, intentando dar lo que se espera de ti (en vez de lo que brotaría, aunque no fuese lo esperado) y un poco preso de montón de ideas sobre cómo eres y cómo son las cosas..
Cuando pasas años jugando con tus ideas, experimentando la relación entre tu mundo externo y el interno te surge, progresivamente, un intenso anhelo. Un fuerte deseo que silencia todo lo demás y no te queda más remedio que escucharlo y disponerte a vivirlo.
No sabes por qué, pero cuando te preguntas: «¿Qué es lo que realmente quieres?» (pregunta que me he hecho durante años y he hecho a muchas personas) la respuesta que brota es: LIBERTAD. Mi propia libertad. Ésa que solo tiene una responsable: YO MISMA.
El atrevimiento a ser un@ mism@ pasa por perderle el miedo a no ser aceptad@, aprobad@ por alguien o tu sociedad (eso nos asusta, nos duele) y simplemente mostrarte tal cual eres, dejar de justificarte, conectarte con tu fuero interno para saber cuando estás siendo coherente contigo mism@… y SEGUIRTE, únicamente a ti, a lo que experimentas y descubres por ti mism@.
Seguir a esa «voz» suave que susurra cuando la cabeza se silencia un poco.
Es así como descubres un «FLUIR» en el que vamos tod@s, puedes sentirlo. Lo experimentas. Te lleva, si te dejas…
Viviendo mecid@ en este fluir que subyace nuestras vidas, se acabaría el sufrimiento. No se acaban los problemas, ni los desafíos, ni la tristeza, ni el dolor… El sufrimiento mental y emocional, sí.
¿Cómo puede ser?
Si realmente lo que nos da miedo no són nuestras sombras sino brillar, como leí hace poco que decía Nelson Mandela