Me creía yo que el Amor tenía nombres, pero no, no tiene nombres. Tampoco tiene formas pre-establecidas que siempre encajen con las etiquetas conocidas: pareja, amig@, madre, prim@, hij@… Usamos las etiquetas para ubicarnos. Resulta tan incómodo amar a las personas sin definir la forma… jajajaja

Explorando la libertad he descubierto que: libertad y amor incondicional van de la mano.
El amor que yo conocía era condicionado.

En cuanto me abrí al camino del Amor sin condiciones se puso mi casa patas para arriba, se dinamitaron todas mis estructruras hasta dejarme sin habla; ha derrumbado todo lo que conozco; me ha mostrado todos los obstáculos que le pongo y uno a uno van disolviéndose… Con su intensidad tan desbordante como suave …

Me muestra que no hay que ser de una determinada manera, ni creer en cierto tipo de cosas. Que no son necesarias determinadas prácticas, que no depende de lo que yo diga, piense, sienta o haga, que no depende de mí.

Me muestra que cuando es el momento adecuado aparece y arrasa con todo lo que no es real (que es practicamente todo). Suena devastador, pero no lo es, es…VIDA, en mayúsculas. Mi gratitud es infinita.
Estoy en la casilla de salida y sin dados, ni fichas ni normas del juego.

El Amor sin condiciones me dice:
Amo todas tus vorágines, cada uno de tus movimientos (internos y externos, aunque esa diferencia ni siquiera exista). Amo cada una de tus células y sus memorias (ancestrales, fisiológicas…todas absolutamente). Amo cada uno de tus pensamientos y todas tus emociones (no distingo entre positiv@s y negativ@s). Amo tus aciertos y tus errores (aunque esas calificaciones tampoco existan en realidad). Amo todas tus expresiones (procedan de dónde procedan: de la mente, del corazón…). Amo cada uno de tus huecos, de tus recovecos, de tus rincones dentro de ti y en cualquier parte del Cosmos. Y además, amo a tu prójimo exactamente igual que a ti.

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